domingo, 28 de septiembre de 2014

EL AMOR

             
                                                          EL AMOR


Cuántas veces hemos escuchado historias de matrimonios que se disuelven después de 20, 30 y hasta 40 años de convivencia, con hijos grandes y hasta nietos! Últimamente lo he oído tanto que ya no me asombra: “¡Dejé a mi marido porque no lo aguantaba más, estaba insufrible, y ahora que los chicos son grandes y se fueron, peor!”, “¡Mi marido me dejó después de 25 años por la enfermera que labura con él en la guardia, y encima es gorda y más vieja que yo!”, y así podríamos seguir un buen rato y hasta reírnos bastante con algunos casos.

Hace unos meses que venía con ganas de escribir sobre este tema, el desgaste de la pareja con los años, la rutina, el hastío; el desamor. Pero realmente no sabía de qué manera encararlo. Por esas cosas de la vida, hace algunos días me encontré con un amigo muy querido al que hacía unos años no veía – en adelante lo llamaremos C. – y su experiencia me despertó una catarata de ideas para sentarme y escribir.

Mi amigo C., que pisa los 60, tenía un “buen matrimonio” por llamarlo así, casado desde hace unos 20 años con una señora profesional, mona, madre de sus 2 hijos. Un buen pasar y sin separación de bienes. Como quien dice, una familia armónica y organizada. Eso sí, desde que lo conocí, no se caracterizó nunca por su fidelidad, creo que me he enterado de al menos tres de sus relaciones extra-matrimoniales (que fueron las confesadas) y siempre me dijo que no tenía la certeza de haberse casado enamorado.

Pues bien, qué sorpresa la mía cuando al encontrarlo esta última vez me encuentro con que mi amigo, finalmente, cedió al encanto de una de sus relaciones “off the record” para plantearle finalmente a su esposa la separación; y encima, para condimentar más la cosa, irse a convivir con su flamante relación, aunque esto vale aclararlo, ni es tan flamante ni tan típica. Porque parece que era una antigua novia que tuvo antes de casarse y con quien siempre mantuvo un contacto especial y que además ronda los 50. O sea que tampoco dejó el hogar deslumbrado por una mina de 30 que está que se parte. Se veían de vez en cuando, y había, ¿como decirlo?, como un “amor idílico” y digo esto porque no era una cuestión de piel, de esas pasiones que calientan pantallas. Esto, si no le comprendí mal. Mail va, mail viene, comenzaron a encender un sentimiento que llevó finalmente a este final. Ambos dejando respectivos hogares, cónyuges e hijos (grandes, eso sí) para irse a vivir juntos.

Lo que parece que no resultó tan bien fue la convivencia, y hoy mi amigo, que NUNCA vivió solo y que no es un hombre que se caracterice por gustarle la independencia de la soledad, se encuentra alquilando un apartamento amueblado y empezando de cero.

Hasta acá la historia real, que puede ser una historia como muchas, pero que me lleva al siguiente análisis: muchas veces hemos conversado sobre la pasión y su fecha de vencimiento. Sí, amigas, lamento despabilarlas y confirmarles que la pasión siempre se acaba – más temprano o más tarde – pero se acaba. Entonces, ese hombre o esa mujer a quien elegimos para compartir la vida y a quien prometimos “acompañar en la salud y la enfermedad, la riqueza o la pobreza… etc” deja de atraernos como antes, comienzan la rutina, los roces de la convivencia, que obviamente se agiganta cuando compartimos la crianza de los hijos. Esos mismos hijos que un día crecen y dejan a la pareja, que ya viene malherida, enfrentada a su más absoluta realidad. Porque mientras son pequeños, los niños de alguna manera nos unen, sus deberes, sus problemas, sus enfermedades, el hecho de que siempre están con nosotros, entonces la pareja no tiene momentos de diálogo tranquilo o de privacidad suficiente. Pero cuando esos niños se convierten en hombres y mujeres y empiezan a volar su propio cielo, ahí bailamos con la peor…estamos solos, sí, en pareja, pero ¿qué tenemos en común? ¿De qué hablamos? ¿Nos deseamos? ¿Qué carajo hacemos juntos si parece que ya no tenemos nada para compartir???

Mi humilde opinión – y ojo, que es la mía, no tienen por qué compartirla – es que el amor SIEMPRE se transforma, y está en nosotros tener la astucia de sustentar esa relación en el tiempo, de aceptar que la pasión se fue, pero está el amigo, el padre, el compañero de ruta, el “mejor socio” que podemos tener, junto a quien construimos todo lo material y lo afectivo, porque nuestros niños vinieron por algo. ¿O no?

Estoy hablando obviamente de relaciones sanas, no de hombres golpeadores, drogadictos o para decirlo en buen criollo “que nos cagaron toda la vida”. No, hablo de nuestros hombres, nuestros maridos, los que algún día nos sedujeron y nos llevaron al altar cargadas de una maleta de sueños.

¿Qué pasa entonces, con los hombres y mujeres que deciden largar todo e irse? Tal vez pasa que son eternos soñadores, de esos a los que les gusta la fantasía, porque son imaginativos, y disfrutan, más que nada, la etapa de “enamoramiento”, de la seducción; esa que ya no hay en casa. Pero, TODAS las relaciones en algún momento van a caer en la misma rutina y estará en nosotros timonearla o no. Entonces, pensemos muy bien antes de apresurarnos.

No todas las historias son como las de mi amigo, conozco quienes se han separado por una aventura x y después de terminar esa relación que los ayudó a tomar la decisión final de empezar de nuevo, aprenden a vivir en libertad y la pasan bomba.

Cada hombre y cada mujer son un mundo diferente, pensamos y sentimos diferente, pero este tema en menor o mayor medida nos involucra a todos.

En lo personal, llevo casada 18 años junto a un hombre maravilloso, papá de mi única hija y con quien construí absolutamente todo, no solo “la familia” que es lo que no tiene precio, sino también lo que siempre soñé y tiene un alto precio, mi casa, mi estilo de vida, mis viajes. Separación de bienes, disputas, tirar por la borda tanta lucha y tantos logros, NEVER. Si tengo eso hoy, fue porque lo construimos juntos.  Podemos tenerlo todo, ¿para qué arriesgar?

Habrá quien comparta mi pensamiento y habrá quien no, y es válido, pero ustedes me conocen, yo no tengo filtro, digo lo que pienso aunque mi verdad no caiga bien a muchos. Saben que por mi empresa, vivo todo el tiempo rodeada de mujeres de todas las edades y extractos sociales, y ¿adivinen qué? El 80% de estas mujeres que llevan casadas promedio unos quince años piensan igual. ¿Arriesgar todo por una relación que a la larga va a terminar igual??? Más vale, chicas, touch and go, pasarla bien, y que nadie te rompa los esquemas.

1 comentario:

muchas gracias por participar en esta pàgina